miércoles, 20 de marzo de 2013

Mi Horacio Oliveira.

Pudiese parecer extraña la preposición "mi" al título de esta entrada, pero les explicaré el por qué es "mío" por llamarlo de algún modo. Como ya hice mención con anterioridad, este libro simbolizaba un lazo extra a una relación con la persona que amo y no suelo ser de las personas que comparan personajes con personas que conozco, siempre me ha parecido que las comparaciones son vanas y que a pesar de que un personaje de un libro pudiese no existir, es igual de único que un ser existente en la vida real. Pero curiosamente en Rayuela no pude evitar caer en estas comparaciones y similitudes. Conforme leía me daba cuenta de que Horacio Oliveira era él, de hecho llegué a comentárselo y le pareció curioso, pero dejando esto de lado, les contaré un poco de el original Horacio Oliveira.

CC. Flickr

Horacio Oliveira es un viajero argentino, que está en busca de un algo, un qué, que desconoce. Alrededor de cuarenta años es lo que tiene vivido, y a lo largo de su edad más racional es que comienza con esta búsqueda, así es como llega a París, dejándose llevar por esta mítica ciudad, conociendo y entablando una relación con La Maga. Poseedor de una gran cultura y pensamiento amplio y reflexivo, así es como este personaje se va desarrollando a lo largo de las páginas del libro y capítulo tras capítulo, donde busca su kibbutz del deseo. 

CC. Flickr

Horacio Oliveira se fue haciendo mío por una sola razón, leer a Oliveira era leerlo a él, y eso era más que suficiente.

"¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico."


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